martes, 3 de marzo de 2015

Petrel de Cabeza Negra


Por: Pablo Soroa Fernández



Pterodroma hasitata capturados
    Los turistas que visitan la vecina  provincia de Santiago de Cuba, pueden escuchar por estos días, y desde fines de noviembre pasado,  el ulular del Pájaro de la Bruja, que inicia su paseo mágico por esas costas surorientales, desde fines de  noviembre, hasta principios de marzo, y desaparece, como vino, sin previo aviso, a principios de marzo. 

    Rodny Alcolea,  que fue maestro en los dominios del enigmática ave, se incluye en el reducido grupo de guantanameros que han sido testigo de tal audición, privilegio de los vecinos  , del tramo  tramo de costa que se extiende entre dos playas, La Mula y la Uvita, muy cercanas al poblado de Ocujal del Turquino, ambas al pie de la carretera Granma. 

    Alcolea, ahora  funcionario de la Asamblea Provincial del Poder Popular y corresponsal del periódico Trabajadores en esta provincia de Guantánamo, declaró a este “blog” que de la leyenda surgió un proyecto cultural que hizo época en la Maestra de Sierras, “y del cual muy poco se conoce”.  

     Los árboles derribados por el mortífero ciclón Sandy (fines de octubre de 2012)  en la Sierra Maestra, refugio estacional del también llamado Petrel de Cabeza Negra, probablemente crearon sinsabores al retorno de esa ave migratoria, cuyos misterios develó el Doctor en Ciencias Nicasio Viña Bayés, un  anochecer de enero de 1977.

     En aquella ocasión, en alta mar, a bordo de una frágil embarcación,  el científico arribó a la misma secular conclusión de los vecinos de las estribaciones meridionales de la Sierra Maestra: que el pájaro era invisible. 

    Nadie lo veía, pero su canto era notoriamente perceptible.

    “Imagínate una bandada de pájaros revoloteándote encima y tú con mirada atenta, pero sin verlos, como pescado en nevera”, dijo hace muchos años a la AIN, evocando el episodio de la embarcación,  el hoy funcionario de la Delegación del CITMA en Santiago de Cuba. 

    Recuerda que ya venía de regreso a tierra, cuando, en auxilio de sus convicciones iconoclastas, un ave de 100 centímetros de envergadura, se estrelló contra el bote, que en ese instante se bamboleaba al compás de olas de más de ocho pies de altura.

    El inesperado visitante se alejó con prisa, tras ofrecer en bandeja de plata su identidad a los trasnochantes, lo cual era en definitiva el motivo de la riesgosa y nocturnal travesía mar adentro, en las inmediaciones de ese abismo submarino insondable conocido como la Hoya de Bartlett.

“¡Qué Pájaro de la Bruja ni qué demonio! Es un petrel, el Petrel de Cabeza Negra. Al fin te vamos a atrapar”, exclamó Viña durante la colisión,  en referencia al Pterodroma hasitata, nombre con que el intruso está registrado en los manuales de ornitología. 

    Él investigador,  con anterioridad, desde un punto  conocido como La Torre de Charles, había escuchado aquel canto o graznar, pero solo aquella noche de 1977 pudo saber a quién correspondían.

   El sonido, parecido al de las gaviotas, se torna  espeluznante si se percibe en las cañadas de la “Maestra de Sierras”, “donde algunos campesinos le atribuían al pájaro el don de apagar fogatas, pararse en el caballete de las viviendas  e interrumpir el sueño de sus moradores”.

    Los petreles –según Viña Bayés- se desplazan rasante al agua, sin mover las alas, aprovechando la oposición del viento contra la superficie del mar.

   Y los campesinos, e incluso el entrevistado en su primera expedición, “los buscábamos mirando bien arriba,  hacia el cielo, donde acostumbra a volar  la generalidad de los  pájaros”.

  Justificaban también la “invisibilidad”  del pajarraco, el dominio del gris en su plumaje, la breve estancia en tierra, características de las aves de  vuelo continuo,  sus hábitos sigilosos, el  peregrinar -casi al anochecer- hacia el mar en busca de alimentos (peces y calamares) y el retorno a casa antes de las primeras luces del alba.  

   El episodio  constituyó uno de los hallazgos ornitológicos más importantes del siglo XX: hacía mucho tiempo que no se reportaban avistamientos del ave, domiciliado en las costas de Carolina del Norte, Estados Unidos, de donde se traslada a Cuba, presumiblemente para anidar.

     Su vuelo fue filmado zoom in  durante un atardecer de enero de 2004 por especialistas del Field Museum de Chicago, quienes participaron junto a “Viña” en una expedición a la parte alta de la Sierra Maestra.

  En esa travesía el fin era cerciorarse si anida por estos ave misteriosa que todavía teje su leyenda entre algunos montañeses que se preguntan ¿Por qué si atraparon al pájaro, sigue cantando?.
 
  Como canta ahora no solo en la Sierra Maestra, sino tal vez  en la de Bahonico (República Dominicana) y en el macizo montañoso de La Selle, en Haití, donde una bandada fue avistada –para ser exacto, escuchada-, hace dos décadas por los naturalistas David Wengate y Helge Trapnell, de Las Bermudas,


Primer ejemplar del petrel, embalsamado. 
Junto a Viña la periodista Magda Rosales, una estudiosa del ave
   

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