miércoles, 4 de febrero de 2015

Balseros de Baracoa

Por: Pablo Soroa Fernández
No tan afamados como los del Toa, los “cayuqueros” del Quibiján se cuentan entre los  que en la región más oriental de Cuba aun utilizan la vía fluvial como un medio para resolver ciertas necesidades, en particular la de transporte individual y de mercancías.

Los balseros de la corriente fluvial más caudalosa del archipiélago son seguramente más expertos, y fueron inmortalizados en la afamada canción de Juan Almeida (Yo soy Balsero del Toa), pero no están exentos de méritos los que navegan con su cayuco por uno de los 71  tributarios de aquella.

No hay que olvidar que en 1955 las aguas de ese afluente, en contubernio con el ciclón Hilda, derribaron el primer puente prefabricado construido en la llamada pseudorrepública. Sus restos pueden apreciarse aún a la vera de ese torrente.

Unos y otros, sin embargo, dominan a la perfección, con elegancia, el oficio para el cual son imprescindibles no sola la balsa y la imprescindible vara, sino cierta gracia, dotes de equilibristas y aplomo. 

 Pero ser “cayuquero” exige agilidad y saber no fuera del agua, sino dentro de ella, que es lo difícil.

 Pero, a no dudarlo, hay diferencias entre ambos. Los del Toa surgieron por la necesidad, que es siempre la que crea el órgano; los del Quibiján. El periodista conoció a uno de estos que construyó su balsa con el único fin de trasladar en ella a los niños hasta la orilla contraria donde está la escuela.

 Cuando este subordinado del Toa crece, “no da paso”, como dicen los guajiros, y la educación de los hijos hay que garantizarla contra viento y corriente, aunque esta sea la de un río muy potente.

 Aunque entristezca pensarlo, el oficio de “cayuquero”, está llamado a extinguirse. El desempleo y el hambre no existen ya en los montes más inhóspitos de la Isla y aquel medio de sustento pierde fuerza.

 Hoy, en cualquier punto de la lejana Baracoa las carreteras y terraplenes desplazan a la vía acuática y el que no trabaja es por su arbitrio.
 Perdurará, sin embargo, el encanto y la poesía que son su remar de décadas trajeron esos hombres al sitio más paradisíaco de Cuba y del Caribe Insular.

 Parafraseando al poeta en una de sus Rimas... Podrá no haber balseros, pero siempre…
  
 





   
    





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