Por: Pablo Soroa Fernández
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Pterodroma hasitata capturados |
Los turistas que visitan la vecina provincia de Santiago de Cuba, pueden
escuchar por estos días, y desde fines de noviembre pasado, el ulular del Pájaro de la Bruja, que inicia su paseo mágico
por esas costas surorientales, desde fines de noviembre, hasta principios de marzo, y
desaparece, como vino, sin previo aviso, a principios de marzo.
Rodny Alcolea, que fue maestro en los dominios del
enigmática ave, se incluye en el reducido grupo de guantanameros que han sido
testigo de tal audición, privilegio de los vecinos , del tramo tramo de costa que se extiende entre dos
playas, La Mula
y la Uvita, muy
cercanas al poblado de Ocujal del Turquino, ambas al pie de la carretera
Granma.
Alcolea, ahora funcionario de la Asamblea Provincial
del Poder Popular y corresponsal del periódico Trabajadores en esta provincia
de Guantánamo, declaró a este “blog” que de la leyenda surgió un proyecto
cultural que hizo época en la
Maestra de Sierras, “y del cual muy poco se conoce”.
Los árboles derribados por el mortífero ciclón Sandy (fines de octubre de 2012) en la Sierra Maestra,
refugio estacional del también llamado Petrel de Cabeza Negra, probablemente
crearon sinsabores al retorno de esa ave migratoria, cuyos misterios develó el
Doctor en Ciencias Nicasio Viña Bayés, un anochecer de enero de 1977.
En
aquella ocasión, en alta mar, a bordo de una frágil embarcación, el
científico arribó a la misma secular conclusión de los vecinos de las
estribaciones meridionales de la Sierra Maestra: que el pájaro era invisible.
Nadie lo
veía, pero su canto era notoriamente perceptible.
“Imagínate una bandada de pájaros revoloteándote encima y tú con mirada atenta,
pero sin verlos, como pescado en nevera”, dijo hace muchos años a la AIN, evocando el episodio de
la embarcación, el hoy funcionario de la Delegación del CITMA en
Santiago de Cuba.
Recuerda
que ya venía de regreso a tierra, cuando, en auxilio de sus convicciones
iconoclastas, un ave de 100
centímetros de envergadura, se estrelló contra el bote,
que en ese instante se bamboleaba al compás de olas de más de ocho pies de
altura.
El
inesperado visitante se alejó con prisa, tras ofrecer en bandeja de plata su
identidad a los trasnochantes, lo cual era en definitiva el motivo de la
riesgosa y nocturnal travesía mar adentro, en las inmediaciones de ese abismo
submarino insondable conocido como la Hoya de Bartlett.
“¡Qué Pájaro de la Bruja ni
qué demonio! Es un petrel, el Petrel de Cabeza Negra. Al fin te vamos a
atrapar”, exclamó Viña durante la colisión, en referencia al Pterodroma
hasitata, nombre con que el intruso está registrado en los manuales de
ornitología.
Él
investigador, con anterioridad, desde un punto conocido como La
Torre de Charles, había escuchado aquel canto o graznar, pero solo aquella
noche de 1977 pudo saber a quién correspondían.
El sonido,
parecido al de las gaviotas, se torna espeluznante si se percibe en las
cañadas de la “Maestra de Sierras”, “donde algunos campesinos le atribuían al
pájaro el don de apagar fogatas, pararse en el caballete de las viviendas
e interrumpir el sueño de sus moradores”.
Los petreles –según Viña Bayés- se desplazan rasante al agua, sin
mover las alas, aprovechando la oposición del viento contra la superficie del
mar.
Y los
campesinos, e incluso el entrevistado en su primera expedición, “los buscábamos
mirando bien arriba, hacia el cielo, donde acostumbra a volar la
generalidad de los pájaros”.
Justificaban también la “invisibilidad” del pajarraco, el dominio
del gris en su plumaje, la breve estancia en tierra, características de las
aves de vuelo continuo, sus hábitos sigilosos, el peregrinar
-casi al anochecer- hacia el mar en busca de alimentos (peces y calamares) y el
retorno a casa antes de las primeras luces del alba.
El episodio
constituyó uno de los hallazgos ornitológicos más importantes del siglo
XX: hacía mucho tiempo que no se reportaban avistamientos del ave, domiciliado
en las costas de Carolina del Norte, Estados Unidos, de donde se traslada a
Cuba, presumiblemente para anidar.
Su
vuelo fue filmado zoom in durante un atardecer de enero de 2004 por
especialistas del Field Museum de Chicago, quienes participaron junto a “Viña”
en una expedición a la parte alta de la Sierra Maestra.
En esa travesía el
fin era cerciorarse si anida por estos ave misteriosa que todavía teje su
leyenda entre algunos montañeses que se preguntan ¿Por qué si atraparon al
pájaro, sigue cantando?.
Como canta ahora no
solo en la Sierra
Maestra, sino tal vez en la de Bahonico (República
Dominicana) y en el macizo montañoso de La Selle, en Haití, donde una bandada fue avistada
–para ser exacto, escuchada-, hace dos décadas por los naturalistas David
Wengate y Helge Trapnell, de Las Bermudas,
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Primer
ejemplar del petrel, embalsamado.
Junto a Viña la periodista Magda Rosales, una
estudiosa del ave
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