Monseñor Wilfredo Pino Estévez |
Queridos hijos e hijas de esta amada provincia: Les deseo a todos
¡muchas felicidades! porque esta noche es Nochebuena y mañana Navidad.
NOCHEBUENA le llamamos a la noche de hoy, la del 24 al 25 de diciembre, porque en ella nació Jesucristo, la Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Nochebuena porque en ella Dios se ha puesto al alcance de cada persona.
Mañana será el día de Navidad. La Navidad es la fiesta más popular,
más alegre y más antigua en la mayoría de los países del mundo. Ningún
otro acontecimiento histórico se ha celebrado tantas veces sin que
aburra. Por estos días, todos tratamos de visitarnos, de reunirnos, de
tener una comida juntos, de preparar los pequeños regalos de los niños
para el 6 de enero, Fiesta de los Reyes Magos. Son días especiales para
perdonarnos mutuamente, para reconciliarnos, para “volvernos a hablar”
si estábamos peleados… ¡Cuánto necesitamos todos ser más niños, más
humildes, más pequeños! ¡Cuánto necesitamos dejar de ser ese “personaje”
que cada hombre se fabrica y luego no sabe cómo desprenderse de él!
Después de la Navidad vendrá la fiesta de Año Nuevo. En las
comunidades celebramos la Misa por la Paz. En Cuba, gracias a Dios, no
hay un conflicto bélico, pero ¡cuántas familias nuestras viven en una
constante guerra entre sus miembros! ¡Cuántos conflictos en no pocos
hogares cubanos que no les permiten vivir en un ambiente de armonía!
¡Cuántos “chismes, bretes y mentiras” a nuestro alrededor! Por eso
tenemos que rezarle al Niño de la Nochebuena. Él viene desarmado. No
amenaza. No usa la fuerza. Él es el Príncipe de la Paz. El nombre de
Jesús significa: Dios salva. Y a eso ha venido Jesucristo recién nacido:
a salvar. Ya lo afirmará él, años después, claramente: “Yo no
he venido para condenar sino para salvar. No son las personas sanas las
que necesitan médico, sino las enfermas. No he venido para llamar a los
buenos sino para invitar a los pecadores a que se arrepientan” (Lc.
5, 31). Recemos para que se haga realidad en nuestras casas, barrios,
centros de trabajo y de estudio, el canto que se escuchó en Belén, en la
primera Nochebuena de la historia: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.
Queridos todos: En la Misa que se celebra el día de Navidad, los
presentes escuchamos un mensaje que nos llena de esperanza: “¡Hoy nos ha
nacido el Salvador!”. Si eres tú alguien que tiene el alma estrujada
por las penas ¡repítete que hoy te ha nacido el Salvador!… Si tú no
sabes cómo salir de tu estancamiento en la vida espiritual, entérate de
que ¡hoy te ha nacido el Salvador!… Si sientes sobre tu cabeza el peso
del pesimismo o del desaliento, conviene que te digas a ti mismo: ¡Hoy
me ha nacido el Salvador!… Puede, incluso, que no sepas cómo vencer el
mal en ti o a tu lado. Para poder lograrlo, repite: ¡hoy nos ha nacido
el Salvador!… A lo mejor en ti hay heridas que no acaban de sanar.
Repite: ¡Hoy me ha nacido el Salvador, aquel que podrá sanarlas desde
dentro!… Tal vez tu memoria no logra olvidar a quien te ofendió.
Afortunadamente, ¡hoy te ha nacido el Salvador!…
Posiblemente haz
intentado cambiar de tu mala conducta varias veces y no has podido. Dios
te dice ahora: ¡Hoy ha nacido tu Salvador!… Probablemente llegaste a
pensar que no tienes remedio, que por más que te has esforzado sigues
siendo el mismo: egoísta, mal pensado… En este momento Dios te dice:
¡Hoy ha nacido tu Salvador!… Seguramente que te preocupa tu familia, tu
situación laboral, el qué vas a hacer… Escucha a Dios decirte: ¡Hoy ha
nacido tu Salvador!… Quizás te dominan los agobios. Escucha a Dios: ¡Hoy
ha nacido tu Salvador, que te dice: “Vengan a mí los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré”!
Dice el Evangelio que los primeros en enterarse del nacimiento de
Jesucristo fueron unos pastores. El oficio de pastor no tenía buena
reputación en el pueblo judío. Como trabajaban de noche, cuidando los
rebaños, casi siempre eran acusados de cualquier robo que hubiese en la
comarca.
Los pastores eran gente mal mirada, despreciada. Y ellos van a
ser los afortunados, los primeros en tener la gran noticia del
nacimiento del Salvador.
Por eso, hoy y todos los días del año, nuestras iglesias, nuestros
corazones, deben tener siempre las puertas abiertas, como los brazos de
Jesús. ¡Ojalá que todos los enfermos alcohólicos escuchen a Dios
decirles: “Hoy les ha nacido un Salvador”, el que puede sanarlos! ¡Ojalá
que todas los malacabezas escuchen a Dios decirles: “Hoy les ha nacido
un Salvador”, el que puede hacerlos cambiar! ¡Ojalá que todos los ciegos
del alma, aquellos que tienen ojos pero no quieren ver, escuchen a Dios
decirles; “Hoy les ha nacido el Salvador”! ¡Ojalá que todos los peores
sordos, o sea, aquellos que no quieren oír o que sólo quieren oír lo que
les conviene, decidan escuchar a Dios que les dice: “Hoy les ha nacido
el Salvador”, quien viene a decirles “Yo soy el camino, la verdad y la vida”!
Ahora bien, debemos preguntarnos: ¿Cómo se van a enterar los
guantanameros, los baracoesos, los imienses, todos los que viven en esta
provincia de que “Hoy les ha nacido el Salvador?
Como respuesta, rezo lo que leí hace años: “Hace falta que en esta
Navidad Dios haga surgir de entre nosotros: más ÁNGELES que levanten el
alma de los cubanos sembrando esperanza a su alrededor… más PASTORES que
sepan escuchar cualquier mensaje que Dios les mande… más ESTRELLAS que
iluminen nuestras oscuridades… más PESEBRES que estén siempre dispuestos
a ofrecer a los necesitados lo mucho o lo poco que tengan…. más REYES
MAGOS que se dejen contagiar por la magia de Dios y estén siempre
dispuestos a regalar y ofrecer lo más valioso que poseen: su amor… más
que quieran ser como el NIÑO JESÚS: necesitados, transparentes y
limpios, con los brazos abiertos”.
Una costumbre muy linda que supimos conservar entre nosotros es que, en Navidad y Año Nuevo, nos felicitamos mutuamente. ¡Felicidades!, nos dicen. Y nosotros contestamos: ¡Lo propio! o también ¡Igualmente! Y eso es encantador, porque el verbo felicitar viene del latín felicitare, que significa hacer feliz.
¿Se imaginan ustedes qué distinto sería este mundo, Cuba, Guantánamo,
nuestras comunidades, nuestras familias, si cada uno se propusiera
felicitar, o sea, hacer feliz a los que lo rodean?… ¿si cada
uno se dedicara a pensar menos en su propia felicidad para buscar la
felicidad de los demás?… ¿si los esposos y esposas se dijeran mutuamente
“yo quiero hacerte feliz a ti”? Si hacemos esto, habrá
Navidad. Ojalá que en esta Navidad le abramos nuestro corazón a
Jesucristo. Ojalá que en esta Navidad, si hay alguien a quien puedas
ayudar, ¡lo ayudes ahora! Si hay alguien a quien debes perdonar, ¡lo
perdones ahora! Si eres tú el que debe pedirle perdón a alguien, ¡no te
demores en hacerlo, y lo hagas ahora mismo! Y si lo que sientes es el
deseo de ser más cariñoso con los demás, especialmente con tus
familiares, vecinos y compañeros de trabajo ¡empieza ahora!
Pido a Dios que, en el próximo año 2015, los cubanos sepamos conservar todo lo bello que tenemos:
la chispa, las iniciativas, las ocurrencias, el amor a Dios y a la
Virgen de la Caridad, el apego a la familia y a la tierra cubana, el
amor a los hijos y la alegría. Que no dejemos morir lo bueno y bello que
hay en nosotros. Rezo para que este año dediquemos más tiempo a la
familia, a los hijos, a los abuelos y tíos olvidados.
Rezo por las peregrinaciones al Cobre que nuestra Iglesia viene
organizando todos los viernes. Ya se han hecho 15, lo que ha hecho
posible que 985 personas hayan podido visitar el Santuario Nacional de
nuestra Patrona, la Virgen de la Caridad. Doy gracias a Dios porque de
ese total de peregrinos, 422 fueron por primera vez en su vida a
encontrarse con la Madre de los cubanos. Y por eso he pensado en
continuar las peregrinaciones de los viernes hasta el mes de junio, a
partir del viernes 30 de enero. Se mantendrá el mismo precio de 30 pesos
cubanos por asiento. Se saldrá a las 7 de la mañana y se regresará a
las 2 de la tarde, por lo que cada peregrino deberá llevar su almuerzo y
agua para el camino. Las reservaciones se harán en la sede del
Obispado, en la calle Paseo. Rezo también para que, siempre que me sea
posible, yo pueda acompañar cada peregrinación.
No quiero terminar sin compartirles un gran regalo recibido de Dios
en esta Navidad y que tendrá efecto cuando esta grabación salga al aire:
Hoy, día de la Nochebuena, bautizaré, en la Prisión del Combinado de
Guantánamo a 8 hermanos reclusos y, además, presidiré la celebración del
sacramento del matrimonio de uno de ellos con su esposa. ¡Serán muy
lindos y emotivos esos momentos! ¡A ellos y a sus familias les llegará
también la salvación de Jesucristo!
Otro regalo recibido en esta Navidad ha sido la noticia de los
acuerdos logrados entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos. Les
confieso que, como probablemente ha pasado a muchos cubanos, sentí una
sensación de alivio en mi interior. No es fácil vivir durante años
peleados o en constante discusión y enfrentamiento con el vecino de al
lado. Una vez más ha quedado demostrada la eficacia de aquello en lo que
siempre nuestra Iglesia ha insistido: la conveniencia del diálogo entre
las partes para solucionar las diferencias. A nosotros, los cubanos,
nos gusta decir que “hablando, la gente se entiende”. Y así ha sido ahora. Comparto la afirmación del Presidente Raúl: “Debemos aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras diferencias”. Pienso igualmente que el Presidente Obama acierta cuando afirmó en su discurso que “Un futuro de más paz, seguridad y desarrollo democrático es posible”. Me
siento orgulloso de que ambos mandatarios hayan reconocido y agradecido
en sus intervenciones el papel jugado por la Iglesia en la persona del
Papa Francisco.
Comparto la alegría de las familias que, tanto en
Estados Unidos como en Cuba, han recibido nuevamente a sus familiares
que estaban encarcelados. Y algo que también llevo en mi corazón, me
atrevo a sugerirlo, humildemente: ¡Qué bueno sería que, más pronto que
tarde, hubiese en Cuba una nueva excarcelación de presos por razones
humanitarias o por el tiempo que llevan en prisión! ¡Aliviaría ello el
alma, la vida, de tantas familias cubanas! Así lo seguiré rezando cada
día.
Concluyo dándoles a todos la bendición por la Navidad, especialmente a
los que están enfermos, los presos, los minusválidos, los que viven
solos, los que están lejos de su familia y de su tierra cubana, los que
sufren, los que se sienten tristes, los que lamentan la muerte reciente
de un ser querido, y los que han perdido la virtud de la esperanza. Rezo
especialmente por todo el personal de salud que, en estos momentos,
ayuda a varios países de África a vencer una mortal epidemia.
¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!, les desea su Obispo, que ahora los bendice:
Jesucristo, el Señor, esté siempre a su lado para defenderlos. Que el
vaya delante de ustedes para guiarlos y detrás de ustedes para
protegerlos. Que él vele por ustedes y los sostenga.
Y que la bendición de Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu
Santo, descienda sobre todos ustedes y los acompañe hoy, mañana y
siempre. Amén
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