Por Pablo Soroa Fernández
El V Seminario Internacional de Paz y por la
abolición de las bases militares extranjeras, clausurado este fin de
semana en Guantánamo, con delegados de más de 30
países, reafirmó la vigencia de la Proclama de América
Latina y el Caribe como zona de Paz.
Dicha proclama, firmada por las jefas y jefes de Estado y de
Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC), ratificó su compromiso permanente con la solución
pacífica de controversias, “a fin de desterrar para siempre el
uso y la amenaza del uso de la fuerza en la región".
“El presidente Raúl Castro ha reiterado nuestro
sólido compromiso con la paz y con el apoyo a las causas justas de
los países del tercer mundo”, subrayó José
Ramón Balaguer Cabrera, integrante del Secretariado del Comité
Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), al intervenir en el foro,
celebrado en la guantanamera Universidad de Ciencias Médicas.
El también jefe del departamento de Relaciones
Internacionales del PCC esclareció que el concepto de zona de paz,
engloba mucho más que una región sin guerras, constituye
“un espacio de progreso económico, de justicia y dignidad, con
pleno ejercicio de la independencia y soberanía”.
Añadió que ese objetivo es posible, porque entre
las innumerables enseñanzas que nos legó Fidel, figura la de
que no hay límites para conseguir cualquier propósito, y que
la victoria existe mientras se luche.
Balaguer Cabrera mencionó, como fruto de esa
filosofía del Comandante en Jefe, la firma de los acuerdos de
paz en Colombia que calificó como un gran triunfo de Nuestra
América, y la derrota de las fuerzas reaccionarias en Ecuador, que
decidió su futuro al vencer una sarta de mentiras dirigidas a
fragmentar la unidad de esa nación.
Coincidieron con esos criterios María do Socorro
Gómez, Presidenta del Comité Mundial por la PAZ (CMP), que
junto al Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos
(MovPaz), promovió la cita, que si bien centró sus
análisis en la lucha contra las bases militares diseminadas por el
planeta, no dejó en el tintero otras cuestiones acuciantes.
Entre estas, el cese del bloqueo de Cuba y la
devolución a sus legítimos dueños del territorio que
ocupa ilegalmente la base naval enclavada en suelo cubano desde 1903, la
más antigua que mantiene, fuera de sus fronteras, el país que
empaña con ese empecinamiento la plena normalización de las
relaciones bilaterales.
Puesto que el Imperio es alérgico a los procesos
integracionistas y de inclusión social, impulsados por gobiernos
progresistas de América Latina y el Caribe, en su otrora traspatio,
pacifistas de todos los continentes manifestaron su solidaridad con la
República Bolivariana de Venezuela.
A pesar de la agresión mediática y
física, en contubernio con Estados Unidos y la Organización de
Estados Americanos (OEA), renovado Ministerio de Colonias, el presidente
Nicolás Maduro Moros conduce a su pueblo hacia la victoria.
Victoria que es cierta, como lo corrobora la de la Cuba de
hoy, que permanece firme, soberana, ecuánime y tranquila de
espíritu, luego de ser expulsada, hace más de cinco
décadas de la OEA, con el consenso de todos los gobiernos
títeres de la región, excepto el de México que
salvó la honra declinada por las
“ilustrísimas señorías de
Latinoamérica”, como las definió el Che, con
ironía.
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